Artículo nº l
Entre las muchas prebendas, beneficios
y exculpaciones de todo tipo que ostentan nuestros políticos,
algunos, tienen además una segunda oportunidad, y muestra de ello
es que se les admite el retorno a modo de refugio, a la tierra de la
que partieron sus ancestros hace años, según ellos, en busca
de un mejor servicio a la patria, pero cerca del «aparato»
que les hizo ver cumplidos esos sueños tan altruistas y tan
loables.
El Presidente de Asturias, no volvió
en AVE, proyecto con el que tanto se llenaron la boca; y la
cartera algunos... Volvió arropado por la nostalgia y el
oportunismo que produce éste río revuelto, en el que nuestros
paisanos se preguntan por los verdaderos motivos de tanta «morriña»
política, tanta soflama nacionalista, y tanto discurso
«salvapatrias». Además de desconocer con cuanto equipaje viaja
nuestro presidente...
El Sr. Cascos, nos llenó de promesas
imposibles y proyectos irrealizables, pero, en una sociedad
desilusionada como la nuestra, estas proclamas alimentan la
esperanza, que tanto se echa de menos en estos tiempos.
El Sr. Cascos, trae consigo, en bolsa
aparte, algunas de las acusaciones que, como brotes de primavera,
aparecen para recordarnos presuntas implicaciones y relaciones poco
recomendables, como parte de ésta corrupción lacerante, sempiterna
y que como una mala pesadilla, parece no acabar nunca. Pero también
es cierto que los otros «señoritos» del cortijo, no le dan muchas
oportunidades, mas bien ninguna, e incluso da la impresión de que
en la mesa donde se juega la partida de nuestra vida diaria, ya no
admiten más jugadores, quizás, porque se juega alto y desconfían
del advenedizo que osa pedir juego. O quien sabe, si es porque el
premio, cada vez más corto, no permite compartir las alegrías de
antaño, sin menoscabo del propio reparto establecido por siempre y
para siempre.
Sean unos u otros los motivos de la
mudanza, lo cierto es que el Sr. Cascos, maquinista del tren del
retorno, está parado en vía muerta y entre el agobio y el
desconcierto propio de la situación, no sabe que opción elegir
entre todas las señales recibidas, ni tampoco de qué estación
parten … Como según se dice siempre, la esperanza es lo último
que se pierde. Podemos esperar que nuestro maquinista se baje del
tren y emprenda el regreso, para seguir viviendo en el mundo de
glorias pasadas. O, que ocurra lo contrario y le suceda como a
Pedro, el cual, cuando huía de Roma, se encontró con la voz afable
y la mano tendida que le preguntó, Cascos , quo vadis ? … y se la
vuelta.
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